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Sánchez lanza su segundo “no es no”

Sánchez lanza su segundo “no es no”

“Es usted cruel incluso con los suyos”. A Alberto Núñez Feijóo también le llamó la atención la referencia que hizo Pedro Sánchez sobre la corrupción durante la última etapa de Felipe González en el poder. Esa alusión puede leerse como una mera venganza por las últimas críticas del expresidente, que ha llegado a decir que no votará al PSOE si Sánchez sigue al frente, pero quizá sea algo más.

Sánchez trazó ayer una línea de puntos. Reivindicó ayer la presidencia de Zapatero y declaró que ambos han liderado los dos gobiernos más limpios de la democracia. De inmediato, quedó fuera el de González. Le reconoció sus logros y la capacidad para transformar el país en los años que estuvo en el poder, pero añadió que “en materia de corrupción no fue perfecto”. No fue una alusión de pasada, sino que recitó algunos de los escándalos que provocaron la caída de González, como el caso Roldán o el del gobernador del Banco de España. Queda enterrado aquel congreso del PSOE de octubre de 2021, el del abrazo (aún con mascarillas) del actual líder con Felipe González y José Luis Rodríguez Zapatero (y Adriana Lastra, descabalgada luego por Santos Cerdán). Sánchez intenta marcar la siguiente escala en la línea de puntos…

Felipe González lleva ya tiempo cuestionando la gestión del actual líder socialista. Lo ha hecho con ironía (“he estado muchas más veces de acuerdo con Pedro Sánchez que Pedro Sánchez consigo mismo: pero es que no me da tiempo a adaptarme a sus cambios”) como de forma más profunda (por ejemplo, contra la ley de amnistía, que considera un “acto de corrupción política”, una “auténtica barrabasada contra las reglas de juego, contra el Estado de Derecho”). Que todo ello le duele a Sánchez se comprobó en el último comité federal, cuando deslizó sobre su futuro: “Yo seré un afiliado que estará al lado de mi secretario general”. Pero no es ésta solo una cuestión de afinidades personales, sino de discrepancia estratégica en el seno del PSOE. ¿Por qué?

Feijóo confía en que el resultado electoral le permita gobernar sin incluir a Vox en el Gobierno. Para lograr la investidura, dado que la mayoría absoluta parecen improbable, puede recurrir a Santiago Abascal, pero también podría hacerlo con el PSOE si ese partido entra en una crisis interna como consecuencia de la pérdida del poder y una retirada de Sánchez. El PP amplifica las manifestaciones de socialistas críticos para fomentar una corriente en ese sentido.

En la convulsa vida política de Sánchez está grabado a fuego el traumático comité federal de 2016 en el que dimitió dos años y medio después de tomar las riendas del partido ante la presión de su propio partido por obcecarse en el “no es no”, es decir, en el rechazo a da la presidencia del Gobierno a Mariano Rajoy con la abstención del PSOE. La bomba interna fue detonada por unas declaraciones de González, que dijo sentirse “engañado” por Sánchez porque éste le aseguró que se abstendría.

Cuando Sánchez recuperó el control del partido, los vaivenes sobre sus alianzas se sucedieron, incluyendo pesadillas ante la posibilidad de gobernar con Pablo Iglesias o el acuerdo firmado con Ciudadanos. Pero una vez apostó por el Ejecutivo de coalición con Unidas Podemos y, más aún por los acuerdos con ERC, Sánchez fue trabando alianzas con la izquierda y con nacionalistas e independentistas, definiendo un partido socialista que se declara progresista y plurinacional. Y lo ha hecho con la ayuda de Zapatero.

A medida que esa estrategia se ha ido consolidando (“haciendo de la necesidad, virtud”), la distancia con lo que representa González se ha agrandado. No se trata de si los críticos son más o menos numerosos, sino si el PSOE puede volver a la senda anterior cuando Sánchez ya no esté al frente. De alguna forma, el presidente, con su enmienda a González, lanzó ayer un mensaje a su partido: “no es no”.

El Congreso vivió una sesión de descalificaciones personales y de clara irrupción del trumpismo

Éste fue uno de los pasajes llamativos del pleno del Congreso sobre corrupción, si bien el debate fue tan tenso que pasó casi desapercibido. Pero la sesión arrojó otras conclusiones. Destacamos tres: se traspasaron líneas rojas en las descalificaciones personales, los aliados de Sánchez le siguen arropando (por ahora) y Vox abraza con entusiasmo el trumpismo y no va a ponerle las cosas fáciles al PP.

Líneas rojas

Parecía que lo habíamos visto todo en el hemiciclo, pero ayer se lanzaron acusaciones que van mucho más allá de lo habitual. Sánchez hizo dos intervenciones. En la primera pidió perdón y presentó un plan anticorrupción bastante completo. En la segunda arremetió sin tregua contra la corrupción del PP en su historia reciente. Un repaso exhaustivo en el que el presidente se regodeó sin cuartel. Varias veces se refirió a la foto de Feijóo cuando era presidente de Galicia con el narcotraficante Marcial Dorado. Durante la campaña electoral del 23 de julio de 2023, fue Yolanda Díaz la primera que sacó a colación esa imagen. El PSOE titubeaba. Lanzó a Teresa Ribera a señalarlo y, ya en el tramo final de la campaña, Sánchez entró de lleno en el espinoso asunto. El presidente también recordó ayer los casos que afectan a la pareja de Isabel Díaz Ayuso y puso el énfasis en que el PP ha propuesto en su congreso el derecho al error del contribuyente ante Hacienda, lo que calificó de “autoamnistía” para el novio de la presidenta madrileña.

Pero la respuesta de Feijóo también traspasó líneas rojas -como le reprochó la portavoz del PNV, Maribel Vaquero-, ya que insistió en varias ocasiones sobre la mujer y el hermano del presidente dándolos prácticamente por condenados por tráfico de influencias hasta el punto de espetarle al presidente: “¿Pero con quién vive usted?, ¿de qué prostíbulos ha vivido usted?”. Esta última frase se refiere a las noticias aparecidas en medios digitales de la derecha en las que se asegura que el padre de Begoña Gómez compartió negocios con un hermano suyo propietario de dos locales de ambiente gay de Madrid.

Más no se pudieron decir.

Los aliados de Sánchez mantienen su apoyo (condicionado)

El pleno sobre la corrupción actuó como una cuestión de confianza sin votación. Si ésta se hubiera producido, las dudas sobre el resultado habrían venido de Podemos, la formación que ahora marca más distancias de todas las que apoyaron la investidura de Sánchez.

Las dos intervenciones que lideran el mantenimiento del actual gobierno fueron las de Yolanda Díaz y Gabriel Rufián. No es que fueran cheques en blanco, pero pusieron en evidencia que para Sumar y ERC es fundamental que el Ejecutivo de Sánchez levante cabeza y se centre en la agenda social y en cumplir los compromisos con los republicanos, en especial la financiación singular para Catalunya.

Junts se abonó a la equidistancia entre el PP y el PSOE, pero no puso en duda de momento la continuidad de Sánchez. Y el PNV fue duro en su discurso inicial ante el presidente, pero luego se empleó también a fondo contra Feijóo. La distancia entre el PP y los peneuvistas es ahora mismo enorme.

En resumen, todos los aliados mantienen su apoyo a Sánchez siempre que las investigaciones policiales y judiciales no aporten novedades relevantes que hagan inasumible continuar junto al presidente socialista. Y, desde luego, ninguno dio muestra alguna de afinidad hacia el PP de Feijóo.

Vox abandona el Congreso

Los populares han trasladado este fin de semana que no gobernarán en coalición con Vox. Feijóo lo expresó el domingo pasado como un deseo y el lunes personas de su confianza aseguraron a los periodistas que era un compromiso firme y que incluso estaba dispuesto a una repetición electoral antes que meter a la extrema derecha en su gobierno. Ayer Isabel Díaz Ayuso se mostró en contra de esa opción. Pues bien, desde que Feijóo ha intentado marcar distancias con Vox, el partido de Santiago Abascal ha radicalizado aún más sus manifestaciones. Abogó por deportar a millones de inmigrantes, incluidos los de segunda generación, y ayer se ausentaron del pleno (solo estuvieron para escuchar la intervención de Abascal).

La ausencia de Vox en el hemiciclo no es solo una performance más. No se fueron para no escuchar a Sánchez, como habían hecho en alguna ocasión. No quisieron tampoco oír la intervención del resto. Es una muestra más de cómo actúa el trumpismo, que lanza así un mensaje populista a los votantes en el sentido de que ellos no forman parte de ese mundo ensimismado de los políticos que tanto hastío provoca, sino que ellos en realidad están con la gente de la calle. Cuanto más se radicalice Vox, más difícil le pondrá a Feijóo su propósito de evitar una movilización de la izquierda. En todo caso, no deja de ser una ironía que precisamente puedan sacar rédito de lo vivido ayer en el Congreso quienes se marcharon de él.

lavanguardia

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